sábado, 17 de enero de 2009

El Día Más Triste ( Parte 3 )


El Dia más Triste.


Recuerdo que mientras viajaba en la micro el frío parecía opacar los colores. todo se veía mas oscuro y deslavado. parecía demás que todo avanzaba lento o por lo menos las cosas las veía pasar así... ya había pasado tanto tiempo y el momento en cuestión ya llegaba. era inaplazable e inevitable.
Años que sabíamos que esto iba a suceder. D hecho es algo que a todos eventualmente nos va a tocar algún día... pero cuando llega el momento por mas que uno lo sepa la angustia la rabia y la impotencia de no poder absolutamente nada es algo horrible.
Llegamos a la casa de mi tata y los saludos fueron breves... mi mamá parecía mas tranquila y decidida junto con mi tío.
En mi mente sólo quería irme de ahí, negar la situación escapando de ella... pero mi mamá me dijo que debía despedirme. Y cuanta razón tenia... es lo mínimo que podía hacer por mi tata.
Me acerque a la pieza y lo rodeaban todos. Me queda en la mente la imagen de mi tío y mi mamá al lado del tata haciéndole cariño.

La mamita Olga -mi abuela- entraba y salía atendiendolos a todos.

Mientras me acercaba a la cama lo único que podía escuchar era la respiración del tata... era irregular, extraña. Era como un viejo camión desvencijado a punto de quedar en pana... era realmente intimidante y ahí ya sentí miedo en verdad.

Mi mamá le decía a mi tata que estuviera tranquilo que descansara, que estábamos bien y que no se preocupara, a pesar de la pena horrible que tenia lo calmaba y le hacia cariño... y poco a poco la respiración del tata se iba apagando y solo se escuchaba la voz de consuelo de mi mamá... hasta que solo había silencio.
fue solo un momento o mucho rato... no se en verdad. Se acerco mi prima al tata que ahora parecía dormido y dijo ya...

No me pude mantener en pie y me caí a los pies de la cama a llorar y de ahí en adelante todo fue una gran confusión... Llantos gritos quejidos de angustia.

No se que mas sucedió hasta el otro día porque se me desconecto la mente.

La mañana fría y con sol destacaba un gran arcoiris en el cielo. Pareciera que el tata Dios recibía a mi tata por al puerta ancha y de la mejor forma.

El velorio me incomodó, mucho pero lo pude sobrellevar.
Luego vino la ceremonia en la iglesia. y esto fue mas difícil. llevamos al tata al altar, al frente de todos mientras comenzaba a entrar la gente para la misa.
mientras ya nos sentábamos se acercó el hermano para pedir si alguien podía leer algunas palabras de la Biblia. Mis tíos se buscaron en los bolsillos y ninguno encontró sus lentes... mi mamá busco en su cartera y tampoco tenía los suyos. Alcé la mano casi automáticamente y dije yo... yo leo, mientras pensaba esto es porque el Tatita lo quiere así, el quiere que yo le lea. Y así fué, subí con el dolor del alma y lo mas tranquilo que pude leí. No puedo recordar que cosa fué, ni el resto de la ceremonia. Pero cuando iba a terminar sentí el impulso de subir y tomar el féretro.
Me puse al lado de su cabeza, a la derecha de él.
Vi a mi tío, el único hijo hombre de mi tata y vi en el tristeza, una pena horrible que sólo dejaba de lado para con entereza comenzar el último viaje con su papá.
Iba también mi tío, infaltable, siempre dispuesto y amable, que no sólo despedía a su suegro, sino como hace poco le escuché decir... despedía a uno de sus mejores amigos.

Tomamos las manillas y lo levantamos y comenzamos a avanzar hasta la entrada.

Mientras bajábamos las escaleras recordé cuando era niño y mi tata me llevaba de la mano por esas mismas puertas a misa... ahora de alguna forma yo lo llevaba a él... la pena y el dolor fueron demasiado para mi y las lagrimas nuevamente comenzaron a caer. De ahí en adelante durante el camino al cementerio pude calmarme sólo un poco.
Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar hasta donde estaba ya todo preparado.
Un escuadrón de carabineros con fusil nos esperaban para despedir a uno de ellos.
Un gran carabinero, un destacado alcalde, esforzado campesino, un cariñoso padre, suegro amigo... mi tatita.

La ceremonia fue emotiva, cada disparo de los fusiles estremecieron el corazón de cada uno de nosotros y la verdad estábamos todos tan tristes que nadie fue capaz de decir ninguna palabra.

De ahí en adelante todo fue silencio y el silbar del viento.
Poco a poco comenzamos a despedirnos y a retirarnos.
Mi abuela, mi mamita Olga se me acercó. Muy triste y muy confundida. Me tomó del brazo y nos alejamos conversando. Su cariño y sentirla a mi lado fue un gran consuelo y un gran motivo para continuar y sobrellevar la pena.

Y aún lo sigue siendo.

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