viernes, 21 de diciembre de 2007

CUENTO DE NAVIDAD

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana les obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.

-- ¿Qué haremos?

-- Nada, ¿qué podemos hacer?

-- ¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!

La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.

-- Ya se me ocurrirá algo --dijo el padre.

-- ¿Qué...? --preguntó el niño.

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neyorquinos, el niño despertó y dijo:

-- Quiero mirar por el ojo de buey.

-- Todavía no --dijo el padre--. Más tarde.

-- Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.

-- Espera un poco --dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.

-- Hijo mío --dijo--, dentro de medía hora será Navidad.

La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.

-- Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometisteis.

-- Sí, sí. todo eso y mucho más --dijo el padre.

-- Pero... --empezó a decir la madre.

-- Sí --dijo el padre--. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

-- Ya es casi la hora.

-- ¿Puedo tener un reloj? --preguntó el niño.

Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.

-- ¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-- Ven, vamos a verlo --dijo el padre, y tomó al niño de la mano.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.

-- No entiendo.

-- Ya lo entenderás --dijo el padre--. Hemos llegado.

Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.

-- Entra, hijo.

-- Está oscuro.

-- No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. el niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.

-- Feliz Navidad, hijo --dijo el padre.

Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.



Ray Bradbury



Estimados. Les deseo un Feliz navidad con este cuento.

Como aparece ahi es de Ray Bradbury, uno de mis autores preferidos.


Cariños


Coke

sábado, 8 de diciembre de 2007

Viaje Nocturno




Hace un par de años viaje al norte para reunirme con mi familia.
Como me gusta manejar y escuchar música el panorama no era malo... 470 Kms. de carretera en la noche y 5 Cd´s grabados especialmente para la ocasión.
Ese día esperaba salir lo mas temprano posible... pero al final salí a la hora de siempre del trabajo... ahora para los q me conocen y saben que trabajo al infierno de lejos sabrán que me tengo que agarrar todos los tacos de Stgo. para agarrar la carretera... o sea a las 8:30 recién estaba en la salida norte de Santiago, dejando atrás un par de accidentes y tacos descomunales.
Para no gastar los cd´s había puesto la radio, pero como ya se vislumbraba carretera puse la música que había grabado para la ocasión.

Me calma el manejar en la carretera, ademas el ver como el cielo cambiaba de colores y el sol poco a poco se perdía entre los cerro me animaba. En momentos no había nadie cerca y se podía sentir la plácida soledad del viaje... como variaba el cielo... como cambiaba la temperatura y poco a poco la noche empezaba a cubrir con frescura la carretera.

Puede que haya sido algo psicológico o tal vez que no había descansado, pero como a las 3 horas de viaje sentía como el cansancio me tentaba a parar, a no seguir o incluso a dormir. Era hora de escuchar artillería pesada, o sea algo mas movido que como cuando había empezado el viaje escuchando a los Talking Heads con " Road to Nowhere "... asi empezaron a sonar los Guns, Ac-Dc y Deep Purple. Nada de Speed Metal o variaciones del Metal con nombres q suenan de bonito... estaba ya tomando un segundo aire con la ayuda del rock cuando llegue a una de las entradas a Los Vilos ( que tiene muchas entradas... demasiadas para mi gusto porque uno avanza y avanza y a cada rato " entrada a los vilos" o sea parecía casi la dimensión desconocida a esa hora ). Mientras llegaba a la mentada entrada recordé las palabras de la niña que atendía el peaje..." conduzca con precaución que mas adelante hay un accidente ".. y si, tenia razón, no era un topón chiquito nomás, la carretera estaba cerrada entera y las tortugas ninja desviaban el transito entre unas casuchas del lugar... mientras avanzaba pensaba que para los vecino debe haber sido el evento del año porque en lugares asi no pasa nada de nada... pensaba también en la mina del peaje... estar en ese cubiculo de 1 x 2 mts... viendo como pasa y pasa la gente y como se le pasa la vida sentada ahí...

Bueno pasado el accidente y el mini tour obligado por el lugar entre al mismísimo terreno que está entre Tongoy y Los Vilos, muy conocido porque ahí hay...
NADA.. solo carretera carretera y adivinen que mas... si, carretera. A esa altura aunque la música me había ayudado el cansancio hacia estragos, además el auto alertaba q la bencina bajaba rápidamente... así q pasado Tongoy y con bombos y platillos se anunciaba la proximidad de Socos . Puse el intermitente y baje a poner bencina y comprar la bebida de los comunicadores, una Kem Extreme como para hacerme el animo de seguir los 100 Km que faltaban.

Primero estacione para comprar la bebida y de ahí para la bencina... le pase la llave al bombero y después al volver a encender el motor saltó furiosamente el volumen de la radio con el Rock q venia escuchando... también salto el bombero del susto... y partí alejándome con rapidez...
Mi calculo era máximo una hora y frente a la tremenda punta de diamante que marca la entrada a Ovalle comencé a acelerar con el impulso de la música en los oídos y avanzar por la carretera.
Al rato y por fin a lo lejos y entre los cerros se veía un brillo que iluminaba el cielo. Coquimbo y un poco mas allá La Serena.
Era tarde, Adelante solo se veía el comienzo de un verano, la ilusión de pasarlo bien y disfrutar las vacaciones. Atrás quedaban cientos de kilómetros, la soledad de la carretera, la gente que trabaja en la soledad de la noche y un gran Viaje Nocturno.


Coke